Niña con síndrome de Down, junto a Maureen Elizondo salvan a sus padres de la deportación
“Yo quería salvar a mi niña, busque información en internet sobre su tratamiento en Argentina, de que podíamos hacer allá, con mucho dolor descubrí un informe en el que se decía que para los pobres en Argentina que tienen un niño con Síndrome de Down y tantos problema médicos como los de ella, la única alternativa que tienen para que no se mueran es entregarlos en adopción, eso me causó mucha tristeza, pues no quería que eso le pasará a mi hija”.
TORONTO: Cuando las esperanzas se habían muerto, cuando ya no quedaba nadie a quien acudir, cuando la vida de su hija se les iba entre las manos, cuando la impotencia ante normas de migración en Canadá los habían separados y los alejaba del servicio de salud para pequeña; cuando ya sentían que lo único que podían hacer para estar juntos era regresar a su natal Argentina para luchar y tratar de salvar a su pequeña de tan sólo 4 meses de nacida, la familia Gómez encontró una salida legal a la dura prueba que les había colocado la vida en Toronto.Todo parecía estar en contra de esta joven pareja, la vida parecía ensañarse con su tristeza , su dolor y arrebatarles quizás la mayor alegría que les había dado, una bebe de sonrisa plena, de mirada activa, pero que nació con Síndrome de Downs, un sistema inmunológico en crisis y un corazón que estaba a punto de dejar de latir.
El vía crucis de esta familia latina, se inició 4 años atrás, cuando Pedro Pascual Gómez llegaba a Canadá desde San Juan en Argentina, buscando un mejor futuro. Huérfano de padre y madre desde muy niño, sufrió las consecuencias de estar sólo en el mundo y sus escasos 18 años trataba de labrarse una vida diferente trabajando fuertemente en todo lo que se le presentaba, especialmente en construcción. Conoció en Toronto a la que sería su esposa, Romina Arias, una joven mujer de 17, nacida en Mendoza, que había escapado con sus padres y hermanas del país del tango, pues eran perseguidos para asesinarlos.
Los dos habían pasado por Estados Unidos, país que no solicitaba visa a los argentinos, pero su intención era llegar a Canadá a buscar protección del Gobierno, como lo hicieron, cada uno por separado entre los años 2001 y 2002, sin saber que sus vidas se unirían más adelante.
El papá de Romina, había sido militar en su país, y por su trabajo había tenido que enfrentar a los delincuentes que ahora lo perseguían, por lo que con su esposa e hijas llegó a Canadá y solicito refugio para su familia. Lo mismo había hecho en su momento Pedro Pascual, que veía en estas tierras una gran oportunidad para darle un cambio a su vida.
Mientras ambos se encontraban esperando la respuesta del Gobierno canadiense, se casaron y de la unión nace el 15 de febrero del 2005, Leslie, una pequeña canadiense que llenó de alegría a toda la familia, abuelos y tías, pero que por razones de la misma vida, había nacido con muchos quebrantos de salud, por lo que pasaba gran parte de sus días en medio de médicos y enfermeras, hospitales y centros especializados que trataban de salvarla.
La pequeña se encontraba en tratamiento especializado en el Hospital para Niños Enfermos en Toronto, Surrey Place Centre, recibía terapias especiales día a día que permitían pensar que la niña saldría adelante.
Estando en esta lucha por la vida, especialmente por la pequeña Leslie, a la casa de la joven pareja, llegan oficiales de Migración con orden de deportación para toda la familia de Romina, incluida ella.
“Fue terrible, esposaron a todos, a mis padres, a mi no me esposaron porque tenía a la niña, pero cuando intente tomar algunas cosas para mi bebe no me lo permitieron, me metieron a la fuerza en un carro y nos llevaron a todos al centro de detención de Migración, donde no tenían nada para darle de comer, por lo que la niña lloraba y lloraba, yo estaba desesperada no sabía qué hacer, no sabía a quién acudir, fue muy doloroso”, dijo Romina.
Según ella, ni siquiera las suplicas sirvieron, ni el llanto de la pequeña, ni su condición médica especial, y mucho menos que argumentarán que la niña era canadiense, porque según los oficiales no había leche para recién nacidos en las oficinas donde se hacían los trámites para la deportación, por lo que tenían que esperar a que llegarán al centro de detención donde probablemente tendrían un biberón.
“Hay toda una falta de respeto para los niños en estos procesos, es una violación a los derechos humanos de un niño, no entiendo cómo pueden aun pasar estas cosas en Canadá, país que defiende esos mismo derechos ante el mundo”, dijo por su parte Maureen Elizondo, especialista en inmigración y quien asumió después la defensa de esta pareja.
“Como yo estaba legal, porque no me habían dado orden deportación, yo fui el mismo día al centro de detención, intente que me permitieran sacar a mi hija, que la pudiera atender, pero sólo me dejaron verla por a través de una ventana de cristal, fue muy doloroso para mí”, dijo Pedro Pascual, quien al siguiente día se debió enfrentar a la realidad de que su esposa, junto con su hija, sus suegros y sus cuñadas habían sido deportadas a Estados Unidos.
Desde ese momento se inició una nueva tragedia para la familia Gómez, sin mayores recursos económicos, en un país extraño, Romina, su pequeña hija, sus padres y sus hermanas, acudieron a Vive la Casa, un centro de caridad en Búfalo, que ayuda a las personas que han sido deportadas de Canadá.
“Ellos hicieron todo lo que podían, pero el problema era el tratamiento médico, mi hija no resistiría sin la atención especializada y eso lo sabíamos, queríamos darle lo mejor, queríamos salvarla, pero nos sentíamos impotentes, porque es muy costoso en Estados Unidos cualquier servicio médico y no teníamos el dinero”, agregó Romina quien aun recuerda las noches en vela llorando para encontrar una salida a la encrucijada en que se encontraban.
Sin entender mucho de derecho, menos de leyes de migración y mucho menos de que hacer, el papá de la pequeña Leslie se dedicó de lleno al trabajo para conseguir el dinero para el tratamiento de su hija en estados Unidos, estando en ello, alguien le informó que como la niña era canadiense tenía derecho a la asistencia, así fue como la historia llegó a la televisión, a los medios de comunicación y todas partes, donde salieron varias alternativas de solución para evitar la tragedia.
Como la niña tenía que ser atendida en Canadá, la pareja se enfrentaba a otro problema, y era como traerla, pues él no podía salir del país y ella no podía venir, así que decidieron que alguien en Toronto, con un poder especial tenía que viajar hasta Estados Unidos a traer a la niña para que fuera atendida por los especialistas.
Así lo hicieron en repetidas ocasiones, hasta que Pedro Pascual llegó a la oficina de Maureen Elizondo a tramitar el poder para, con su pequeña en brazos. “Yo lo vi, era algo triste ver a este joven con la niña, el coche y con una sensación de soledad, era muy triste, así que le pregunte que le pasaba, me enteré de su tragedia y asumí el caso como mío, sin importar a lo que teníamos que enfrentarnos”, dijo la especialista quien argumentando razones humanitarias solicitó a Migración la residencia para esta pareja en Canadá.
Un poco incrédulo pero con la esperanza puesta en lo que le decía la especialista, Pedro Pascual cuidaba a su hija mientras su esposa rogaba en la distancia por una solución pronta a lo que estaban viviendo. La tragedia por la que pasaban generó el apoyo de la comunidad hispana en Toronto, especialmente de varias mujeres que se ofrecieron para cuidar a la niña mientras su padre trabajaba, pues su intención era reunir mucho dinero para la hora en que les tocará abandonar Canadá.
Entre la defensa que argumentó Elizondo ante el Gobierno hay varios aspectos que destacar, como el hecho de que la niña es canadiense y requiere un tratamiento especializado, que su padre desde que llegó Canadá sólo se ha dedicado a trabajar, que no tienen ningún record criminal y que la pareja ha hecho todo bien para quedarse en este país. Pero realmente el argumento más fuerte fue una prueba encontrada por el mismo Pedro Pascual, en la que se establece que la única oportunidad que tendría su hija en Argentina para que su hija saliera adelante era que la diera en adopción a una familia rica.
Según Pedro Pascual, aunque él estaba esperando una respuesta para su petición de refugio que le permitiera reencontrarse con su esposa y formar el hogar que no había tenido con su hija, sabía que estaba muy difícil conseguirlo, por lo que se dedico a buscar información de cómo sacar adelante a su pequeña en Argentina, país al que seguramente lo deportarían.
“Yo quería salvar a mi niña, busque información en internet sobre su tratamiento en Argentina, de que podíamos hacer, con mucho dolor descubrí un informe en el que se decía que para los pobres en Argentina que tienen un niño con Síndrome de Down y tantos problema médicos como los de ella, la única alternativa que tienen para que no se mueran, es entregarlos en adopción, eso me causo mucha tristeza, pues no quería que eso le pasará a mi hija”.
Con las esperanzan en el suelo, casi temiendo que en cualquier momento ocurriera lo peor, la pareja se entrego en las manos de Elizondo quien sin cobrar un sólo dólar asumió la defensa y el pasado jueves logró que Migración reconsiderará el caso y le otorgará a esta familia la residencia por razones humanitarias.
Los Gómez y su pequeña ahora disfrutan de su vida en familia, dan gracias a Dios, a la especialista que los defendió, a la comunidad que los apoyó y sólo quieren que los demás hispanos en Canadá, pero especialmente todas las familias que sufren por los procesos de migración, que siempre hay una luz al final de túnel.
Nota publicada por el DIARIO POPULAR de Toronto a cargo de periodista CIRO ALQUICHIRE V.
ciroalve@hotmail.com